15.11.16

Un fantasma bajo mi cama

Había una vez un niño llamado Eric que  vivía en un pueblo lejos de la ciudad. Su casa era pequeña y oscura ya que nunca le daba la luz y  en su cuarto tenia muchas cosas: libros, juguetes, fotos, coches, pinturas… A Eric le gustaba mucho pintar y dibujar se pasaba todo el día pintando y dibujando.
Un día cuando estaba durmiendo vio una luz muy brillante y llamativa. Muy interesado se levantó para ver qué era; poco a poco se acercó más y más a la luz  brillante y llamativa. Cuando estaba casi al lado  de ella, la luz, desapareció. Le pareció muy raro y  pensó que sería una ilusión suya.
Al día siguiente, Eric salió a jugar con sus amigos y la luz apareció de nuevo.Cuando volvió de jugar en el parque al fútbol se fue a su cuarto, se acordó de que tenía que acabar de hacer los deberes, pero cuando fue a por su mochila ...  ¡NO ESTABA! Corriendo bajó las escaleras para buscar a sus padres y decírselo. Luego subieron todos a la habitación y no vieron nada aunque la mochila seguía  sin aparecer. Sus padres creían que la había dejado en el parque y  le dijeron que fuera a buscarla.
Eric no sabia qué hacer. Al rato volvió a casa sin mochila y sus padres le riñeron. Muy triste subió a su habitación desesperado. ¡La luz estaba otra vez allí!  se frotó los ojos creyendo que era otra ilusión suya pero esta vez era diferente. Llamó a sus padres gritando y subieron corriendo;  la luz seguía allí, debajo de la cama. Poco a poco se acercaron y  ¡era un fantasma! No se lo creían  y los tres se frotaron los ojos creyendo que no era cierto,  pero era un  fantasma  que hablaba y les dijo:
-Me llamó Cásper;  estoy aquí desde el invierno y ahora  me tengo que ir a otra casa, porque me habéis descubierto.
Se quedaron helados al oírle, pero al final se presentaron y se hicieron amigos.  Eric no quería que se fuera ya que  no tenía hermanos y le quería como a un hermano. Cásper entonces decidió quedarse. 
Después de un mes, se  mudaron a otra casa en el centro de la ciudad,  era muy grande y luminosa  ¡Increíble! En esa casa se quedaron todos para siempre. Vivieron felices y comieron perdices.
Diana Rossi - 10 años